Nosotros
La familia logró empezar desde cero. Pese a las complicaciones externas, redujeron sus costos y alcanzaron cierta tranquilidad con el negocio. Fue así como el año 2020 nació la pastelería Ñancupil & Sanhueza.
Y es que el emprendimiento es una extensión de lo que son, y las personas cuando prueban sus productos pueden sentir el cariño con el que preparan cada una de sus recetas. Todos las tortas y pasteles que ofrecen son elaborados por ellos mismos y se caracterizan por estar bien preparados y con abundantes rellenos.
Con más de veinte años de historia, pasaron de no saber preparar pan a ser una de las mejores panaderías y pastelerías del Biobío. Su sabor y excelencia les permitió expandirse a Los Ángeles y ya piensan abrir una sucursal en Santiago. Pero lo más importante para Felipe es que “por fin, mis papás tienen una situación económica estable. Todavía están pagando la embarrada que tenían antes, pero hoy pueden dormir tranquilos”.
El origen mapuche de la pastelería Ñancupil & Sanhueza:
- Amor, sacrificio y perseverancia están detrás del éxito de la pastelería Ñancupil & Sanhueza, cuyos fundadores pasaron de no saber hacer pan a ser un emblema de la repostería de la región del Biobío.
- Clave ha sido el apellido de la familia, el que decidieron utilizar como marca del negocio familiar, símbolo que los hace sentir cien por ciento orgullosos de su ascendencia.
Es sabido que emprender no es fácil y se pasa por altos y bajos todo el tiempo. De eso y más conocen muy bien el matrimonio formado por Raúl Ñancupil y Jasna Sanhueza, quienes durante tres décadas han aprendido de pérdidas y oportunidades, viviendo al límite financiero, pero con la convicción de que las cosas siempre se dan a quien persevera.
Oriundos de la localidad de Huépil en la comuna de Tucapel, esta familia comenzó su emprendimiento con la creación de un minimarket en el año 2004. En esa época Raúl trabajaba como técnico eléctrico en la barraca local, al igual que casi todos los hombres de la zona.
Sin embargo, decidieron construir un local en la casa y empezaron con el negocio. Primero lo atendía Jasna, después Raúl se retiró de su trabajo para dedicarse de lleno al emprendimiento familiar.
Años más tarde, iniciaron una panadería sin siquiera saber elaborar pan. Al principio una conocida le prestó las máquinas, un vecino pastelero les enseñó y después de muchas pruebas y errores lograron sacar un producto óptimo para la venta.